Hace tiempo, un hombre estubo cazando en el bosque durante todo el día. Cuando oscureció, le fue imposible salir del bosque. Estaba en pleno centro y no veía nada, así que simplemente caminó buscando un buen sitio para dormir. No tenia miedo, había hecho eso antes, no era un novato. Pero por suerte no tuvo que dormir al aire libre: encontró una cabaña. Estaba abierta.
Pensó que, si por la mañana llegaba el dueño, simplemente le contaría que se perdió en el bosque y el dueño seguro que lo entendería...
Cuando encendió la luz de la cabaña, se sorprendió. Las paredes estaban llenas de cuadros. Todos eran retratos, y todos estaban excelentemente pintados. Que arte tan maravilloso.
Cuando encendió la luz de la cabaña, se sorprendió. Las paredes estaban llenas de cuadros. Todos eran retratos, y todos estaban excelentemente pintados. Que arte tan maravilloso.
Pero luego no podía dormir, le incomodaban todos esos cuadros mirándole. Porque parecían mirarle, con caras extrañas, inquietantes. La paranoia le asaltó, veía las caras monstruosas, eran escalofriantes. Pero finalmente pudo dormirse, ignorándolas.
Cuando despertó, la luz del sol inesperadamente le cegaba. Se levantó de la cama. En la cabaña no había ningún cuadro. Eran ventanas. ♣
No hay comentarios:
Publicar un comentario